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(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Por obra y gracia del electorado boliviano, el Movimiento al Socialismo (MAS), que por veinte largos años se mantuvo en el poder, primero con Evo Morales y luego con Luis Arce, llegó a su fin. Su derrota en las elecciones presidenciales del domingo pasado, que significará la vuelta de la derecha a Palacio Quemado, no es más que la consecuencia de las luchas internas por el poder, la corrupción y el deterioro de las instituciones que, en definitiva, terminaron por desarticular el propio partido. Al revés de lo que dice el tango, que veinte años no es nada, aquí fueron muchos y el pueblo boliviano les pasó cuenta.
El electorado les volvió la espalda. Se cansó de ellos y el candidato del MAS, Eduardo del Castillo, obtuvo apenas el 3,2 % de los votos. Una verdadera paliza. Otro representante de la izquierda, Andrónico Rodríguez quedó en el cuarto lugar con el 8,2 %, detrás del empresario Samuel Doria Medina. Es decir, la izquierda boliviana en estado agónico, en cuanto que la oposición, se yergue como la fuerza mayoritaria que tendrá en sus manos la recuperación de Bolivia en todos sus frentes, sobre todo en lo que dice relación con un Estado sumergido en el desorden y la corrupción.
Estas presidenciales se caracterizaron por varios aspectos que describen con meridiana claridad el embrollo político boliviano. Al inédito hecho de que por primera vez haya una segunda vuelta y que los dos candidatos sean de derecha, debe sumársele la pelea feroz entre el evismo y el MAS que representa el actual presidente Luis Arce. El siempre conflictivo Evo Morales, fuera de la papeleta por mandato legal, mandó a sus huestes a votar nulo. De hecho, los votos nulos al cierre de esta columna, se encontraban muy cerca del tercer lugar con 19 %.
Por su parte, Andrónico Rodríguez, el gran derrotado, alejado del evismo y del MAS de Luis Arce, recibió todo tipo de improperios desde el instante en que anunció su candidatura el 3 de mayo pasado. Y, sin mencionarlos, culpó a Evo y Arce, sobre todo al primero por sus “caprichos, orgullos y falsas acusaciones”, del triunfo de la derecha: “Lamentablemente, para algunos dirigentes y líderes del movimiento popular fueron prioritarios sus propios caprichos, orgullos y falsas acusaciones". Evo Morales, su exmentor, descrito sin eufemismos.
Y agregó: “Enceguecidos por el poder, emprendieron una batalla incesante en nuestra contra, como si fuésemos enemigos mortales, olvidándose de los verdaderos adversarios políticos o, más bien, abriendo camino para ellos”. Y los adversarios políticos, Rodrigo Paz, hijo del expresidente Paz Zamora, de la centroderechista democracia cristiana (31,1 %) y el derechista, conservador, expresidente Julio Tuto Quiroga (27 %), jugarán su última carta el 8 de noviembre. Para los politólogos bolivianos, Rodrigo Paz debiera ser el vencedor. ¿Razones?
Primero, porque representa un voto de castigo tanto para la izquierda como para la derecha tradicionales; segundo, porque el pueblo boliviano quería, simplemente, innovar, nuevos rostros, nuevos proyectos, nuevas promesas. Y Rodrigo Paz representó esa especie de “outsider” de la política por el que nadie da un peso (de hecho en las encuestas no marcaba más del 10 %), pero sorprendió a todos ganando la primera mayoría. Además, su partido obtuvo 15 senadores y se instaló como la primera fuerza política del Congreso.
En todo caso, en la cancha se ven los gallos y estos gallos están con ganas de darle duro al rival. Después de todo, el Palacio Quemado, a pesar de su nombre, siempre espera con los brazos abiertos a su nuevo mandamás, aunque después lo saque a patadas.
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